LOS 7 PECADOS CAPITALES


“No hay otra cosa en la tierra que no esté ahí. Lo que fue, lo que es y lo que será, la historia del pasado y la del futuro, las cosas que he tenido y las que tendré, todo ello nos espera en algún lugar de ese laberinto tranquilo”  - Borges. El pecado ha sido siempre el problema fundamental del mundo, y lo es también en la vida individual. Una tendencia que debilita la moral y la constante inclinación a incumplir las leyes divinas, que constituyen la más terrible amenaza contra la felicidad, tanto en esta vida como la que nos espera.

El purgatorio, es ese “lugar intermedio” de la vida, en la que se aspira llegar a un lugar mejor, libre de trabajos y padecimientos. Los espíritus están dejando el recuerdo de sus vidas, solo la rememoran para condenar dolorosamente el pecado que las manchó en vida, y que ha demorado su ascensión al reino de los cielos.

Primera Grada (La Soberbia)
Para Evagrio Póntico, la soberbia “es un tumor del alma lleno de pus. Si madura, explotará, emanando un horrible hedor”, considera que si el ser humano tiende de forma natural al bien, en sí mismo causará gozo y placer, evitará el mal que sólo causa dolor y tristeza. La soberbia es más antigua que el hombre, con la creación del ángel Lucifer, quién deseó ser igual a Dios y dirigió una rebelión en donde fue vencido y enviado al infierno.

Segunda Grada (La Envidia)
La envidia era el pecado que mira con deseo y repudio la fortuna y riquezas de otros, tomando cualquier oportunidad para quitarles su felicidad. Pero ¿qué es lo que anhela el envidioso? En el fondo, no hace más que contemplar el bien como algo inalcanzable. Es un pecado que también tortura y maltrata al propio pecador. Como es en los cuentos infantiles, Blanca Nieves es víctima de la envidia de su madrastra, donde finalmente la envidia termina destruyendo a quien la siente. La envidia si bien es un sentimiento que nos carcome por dentro, es difícil de ocultar como dijo Khalil Gibrán “el silencio del envidioso está lleno de ruidos”.

Tercera Grada (La Ira)
La ira es muy peligrosa por muchas razones; en primer lugar, porque esa reacción puede plasmarse mediante el asesinato cuando va dirigida a los demás; y, en segundo lugar, porque cuando va dirigida a uno mismo desemboca en el suicidio. Aristóteles dice que la ira es necesaria, pero dominada por la razón. Sin embargo si la ira aparece, ésta no obedece a la razón, y por esto es que inútil, y en caso de que obedeciera a la razón, no se trataría de ira.


Cuarta Grada (La Pereza).
“No existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza”, una cita del gran novelista y poeta Samuel Beckett que considera la pereza como la madre y soporte de todos los vicios, que impide realizar las virtudes y valores humanos. La pereza crea una muralla ante todo lo que hay que hacer, primero suele ser pereza para levantarse de la cama. Una vez levantado de la cama empieza a actuar la pereza para impedir el comienzo de las actividades obligatorias. Después, pereza para estudiar y para enfrentarse a los problemas cotidianos.

Quinta Grada (La Avaricia)
Aquí se encuentra el Papa Adriano V, atado de pies y manos y extendido en el suelo boca abajo, pues la avaricia le hizo tener los ojos fijos en las cosas terrenales y no miraba nunca hacia arriba. Decía Mahatma Gandhi “en la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos”, la pasión del avaro es poseer, es la impaciencia por tener más. La soledad es el precio que se suele pagar por la avaricia.

Sexta Grada (La Gula).
Como citó Evagrio “Al igual que  la neblina oculta los rayos del sol, consumir alimentos en exceso nubla la mente”. Todos tenemos que comer para mantenernos vivos, pero se vuelve un problema cuando cedemos voluntariamente a un apetito desordenado por la comida, es donde se comienza a entrar en el territorio del pecado.

Séptima Grada (La Lujuria)
Dante llama a lujuria como “el amor excesivo por los demás”. Y es donde la conciencia moral nos permite controlar nuestras emociones en función de nuestra forma personal de ver el mundo y de nuestros valores.

En conclusión, es cierto que algunas veces Dios permite el mal, pero siempre para sacar bienes de los mismos males. Por ejemplo, para que el pecador reconozca su falta y se arrepienta y gane así mayor gloria en el cielo y dé buen ejemplo al prójimo; para que los hombres vivan más despegados de las cosas de la tierra, porque esta vida es tiempo de prueba y no de premio y llegará el día en que todo lo que hoy tenemos y vemos terminará.



REFERENCIA BIBLIOGRAFICA

Comentarios